No es elegante, señor, es una cosa de las cosas
El arte, en estado puro [David Casas]
Pudiéramos llamarlo así.
El día de los difuntos tuvo que ser, hasta para eso ha tenido age el de Jerez. El día 21 después de Morante.
Cuando nos comenzamos a reponer de un luto, nos llega otro, y no un luto cualquiera.
Capotero magistral, artista dentro y fuera de la plaza, el genio que culminó el sueño de Belmonte con unas rodillas siete veces rotas, el que le pidió a un Rey de España que le deseara suerte, un apoderado más que curioso... una de esas figuras que aparecen en cada generación, un tocado por la varita, por las musas, los duendes, o por aquellas gotitas que le templaban al caerle en la cara.
Llámenlo como quieran, pero Rafael es, ha sido y será, Historia del Toreo, de Jerez, de Andalucía, de España... Y no me hagan seguir, porque si me dejan les comparo a Rafael con Rubens, Picasso o Mozart.
En definitiva, el de la faena al toro Corchero.
El toreo era el arte de dominar al toro, hasta que Rafael de Paula lo convirtió en sinfonía; ayer, en Madrid.
Ahora vuelve el toreo a ser el arte de dominar al toro, porque lo de Rafael de Paula, ayer en Madrid, es irrepetible.
Joaquín Vidal, de su crónica Nunca el toreo fue tan bello
Saben, realmente yo no sé qué escribir sobre Rafael. No lo vi torear por motivos evidentes, al igual que tampoco vi a Curro o a Manolo Vázquez - mi triada de ídolos -; conocí de su genio y de su duende tarde, y sobre él sólo he podido leer la obra de Felipe Benítez Reyes, la crónica de Joaquín Vidal, y algún que otro artículo o crónica suelta. En definitiva, un torero al que conozco por fotos - pero vaya fotos... -, y aún así, lo admiro ¿qué tienen que sentir quiénes sí lo vieron torear, los que lo conocieron o los que saben más sobre él?
Hace unos meses, en verano, hablando de cofradías con un amigo de Jerez - concretamente del Santo Crucifijo de San Miguel y de su Virgen de la Encarnación, mi debilidad jerezana -, acabamos hablando de Rafael con dos copitas en la mano, en el tabanco San Pablo, bajo el cartel del mano a mano entre er Paula y Paco Ojeda, en el año ochenta y seis. Este amigo me acabó explicando que a Rafael, más que considerarlo como un torero, habría que considerarlo como a un poeta o un cantaor, ya que su único objetivo era el de expresar lo que llevaba dentro. El toreo es arte, y el arte se mide en momentos, no en premios, triunfos o faenas - me dijo.
Al acabar la conversación, volver a mi apartamento y meterme en la cama, entendí porqué admiro tanto a toreros como Curro, Paula o los Vázquez: porque envidio que mi ciudad tenga un símbolo como lo son ellos. Curro es igual de símbolo de Sevilla que la Giralda, la Macarena o el Guadalquivir; los Vázquez son la Alameda, el Matadero, el barrio de San Bernardo con su Cristo de la Salud y su Virgen del Refugio...
Y Rafael pues, más de lo mismo. Tan de Jerez como el Tío Pepe, el barrio de Santiago, el Prendi, la Feria del Caballo, el apellido Domecq, el cante de las fraguas, la Plazuela, el Torta... Rafael es Jerez. Por eso mi admiración hacia esos toreros. Porque echo en falta que Granada tenga un torero que sea su símbolo, que sea tan granadino como la Alhambra, la Cartuja y la taracea cartujana, la mal llamada Monumental de Frascuelo, las cuevas del Sacromonte (que ahora son de los guiris, no de los toreros), el Albaicín y el Realejo... Admiro a Rafael de Paula, entre otras cosas, porque envidio a los jerezanos.
Y un último apunte. Puedo decir a boca llena, que cuando más me he emocionado leyendo sobre Rafael, fue cuando Morante le cortó el rabo a Ligerito. Alberto García Reyes estaba en el callejón con el de Jerez, y escribió todo lo que El Paula iba diciendo y diciéndole a Morante. Morante no lo escuchaba, pero aquello era lo de menos.
Salió Ligerito y Rafael de Paula dio un brinco. «Ay, Dios mío, qué toro más bonito». Y a partir de ahí dio un recital de consejos desde el burladero: ¡Vete detrás de él!, ¡hasta donde te dé el brazo!, ¡sácalo afuera!, ¡dale el pecho! Aquello era una seguiriya que Morante parecía escuchar desde su soledad con el toro. Porque cada vez que Rafael decía algo, el maestro lo cumplía.
No porque lo escuchara, eso era imposible a esas distancias, sino porque estaban coincidiendo en el concepto. Y cuando Paula se dio cuenta de que el toro estaba en el canasto, después de haberle dicho dos o tres veces que lo sacara de las tablas y se lo llevara a los medios, comenzó el repertorio de piropos. Y de confesiones por lo bajini: «Así se torea, así me gustaba torear a mí», se desahogó emocionado. El aluvión de lances de capa fue letal para Rafael, que con las gaoneras empezó a vaticinar la gloria: «Este joío lo va a conseguir»
Con el tercer pañuelo se relajó: «Lo ha conseguido, gracias a Dios, lo ha conseguido. Lleva mucho tiempo diciéndome que su sueño es cortar un rabo en Sevilla y lo ha conseguido el joío por culo».
Las pupilas se le iban a romper.
Alberto García Reyes, del artículo Rafael de Paula a Morante: lo has conseguido, hijo mío (para ABC)
Rafael de Paula torea
con la izquierda al natural
lo mismo que Manuel Torre
cantaba la soleá
Y cuando le da la gana
perfila con el capote
la seguiriya gitana
Q.E.P.D. Rafael Soto Moreno, «Rafael de Paula».