Sin duda - fanatismos aparte, como dirían algunos miembros de la tan denostada Orteganeta (de la que presumo de ser miembro desde sus inicios) - lo mejor de la tarde llegó en el cuarto: tras un deslucido recibo de capa, dejó Ortega al toro en el caballo con tres verónicas y media de las que hacen rugir - créanme, literalmente rugir - a las casi catorce mil almas que nos encontrábamos en la Maestranza. Tras esto llegó una sublime réplica por cordobinas de David de Miranda, y tras un muy buen tercio de banderillas a cargo de Jorge Fuentes y Perico ya estaba la plaza caliente para formarle un lío a Bocinero, de Victoriano del Río. Pues ni media palabra más.
Un inicio de faena toreando en redondo con una rodilla en tierra, un cambio de mano que no se me va de la cabeza y la plaza ya estaba loca. Cuando sonaron los primeros compases de Manolete - “el Amarguras de los pasodobles” que dijo Paco García en la faena de las dos orejas de Ortega en 2024 -, ya tenía las orejas el trianero en la mano. El público estaba con él, solo había que darle lo que pedía: tandas soberbias por ambos pitones, por el derecho principalmente, con adornos y remates de un gusto sobrenatural ¿para qué más? Tras un final de faena por ayudados con un magnífico natural, era más que evidente que lo que acabábamos de ver no había sido normal… pero la espada cayó defectuosa. Aguantó el presidente la concesión de la primera oreja, evitando posible el conflicto que pudiera haberse generado en caso de dar la segunda - que se pidió con cierta intensidad y que yo mismo habría pedido de haber caído mejor la espada -. Ovacionado el toro en el arrastre.
En mi opinión, la otra gran faena llegó ya en sexto y último lugar, aunque casi podríamos decir que fue una faena sin toro; Aguado hizo absolutamente todo lo que estaba en su mano, tan sólo falló la espada, todo lo demás estaba ya hecho.
Le formó un lío a la verónica nada más salir el toro - precioso, por cierto -, tuvo lugar un más que reseñable homenaje a Salvador Núñez, picador del sevillano que se retiraba, al tener la banda del Maestro Tejera la sensibilidad de tocar antes de tomar el toro la segunda vara, Juan dejó un quite por tafalleras que… en fin, espectacular, no sé que más decir.
Al igual que en la faena de Ortega, todo se había alineado para dar el zapatazo, y tras brindarle el toro al ya picador retirado, comenzó Aguado una faena en la que no hubo toro, pero sí torería: el toro no quería embestir, pero Pablo se lo quería comer… Series exponiendo una auténtica barbaridad, pero sin perder en ningún momento ni el gusto ni el concepto; adornos en cada tanda, molinetes, trincheras de cuadro y de foto antigua, kikirikis, cambios de mano… absolutamente todo. Como ya les he dicho, la única pega fue la espada, que le arrebató cortar un orejón de muchísimo peso tras un pinchazo, y únicamente permitió que Aguado saludara desde el tercio.
De la tarde de David de Miranda debo decir que me dejó un sabor agridulce: dulce, porque se volvió a ver la raza de un torero que quiere, puede, y debe, llegar a lo más alto; pero agrio porque no llegó a dar la dimensión que, creo, la mayoría esperábamos.
Fue su primero un toro suelto de salida, al que consiguió, no sin dificultad, fijar tras darle un manojo de buenas verónicas. Tras un paso por el caballo poco menos que testimonial y un soberbio quite por chicuelinas de Aguado - sublime, exquisito… usen el adjetivo que gusten, todos son válidos -, replicó el onubense por unas más que ajustadas y aplaudidas saltilleras. Brindó al público la faena y se echó de rodillas ante un toro que pedía que todo se le hiciera a media altura. Un par de notables tandas por cada pitón pero, realmente, poco más de fundamento. Tras unas series finales en las que daba la impresión de que De Miranda estaba buscando que el toro lo cogiera - noble hasta la saciedad el animal, por cierto -, dejó un final por bernardinas y una estocada que le valieron para cortar la primera oreja de la tarde. Algo excesiva en mi opinión, pero totalmente reglamentaria, al ser la petición más que mayoritaria.
Sin embargo, debo decir que, para mí, el toro al que le pudo haber formado un lío fue el quinto: una máquina de embestir al que estropeó el propio torero a base de prisas y enganchones. De los primeros tercios hay poco que decir, solamente destacar el providencial quite que realizó Miranda para evitar la cogida de uno de sus banderilleros. Ya con la muleta, inició el de Huelva con unos ceñidísimos estatuarios, para pasar a una faena basada en el pitón derecho de un animal de una increíble clase al que el torero deslució. Enganchones, prisas, y en general una faena sin ningún tipo de planteamiento. Tras un final por mondeñinas, saludó desde el tercio.
Y de las dos faenas restantes, realmente hay poco que decir.
El tercero de la tarde, poco menos que un sardina, se partió totalmente al pitón nada más rematar contra un burladero, saliendo el más pesado de los toros reseñados. Tras dejar Aguado un gran recibo a la verónica y darse unos tercios correctos, dejó el sevillano muletazos sueltos de gran valía, pero poco más. Remates, adornos, gusto a raudales… pero el animal no embestía. Estocada y saludos desde el tercio.
Y con el que abría plaza agradeció el público que Juan Ortega abreviara: tras dos interesantes verónicas, un paso por el caballo aseado y un buen tercio de banderillas a cargo de Perico y Miguel Ángel Sánchez, lo intentó el de Triana pero no había manera. Un intento de tanda por cada pitón y a por la espada, y pitado el toro en el arrastre.
FICHA DEL FESTEJO.
Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Primer festejo de la Feria de San Miguel. Se colgó el no hay billetes.
Toros de Victoriano del Río y Cortés: De escasa presentación y raza en general, salvo el quinto y, sobre todo, el cuarto, algo mejores que el resto.
Juan Ortega, de azul cielo y oro: silencio y oreja.
David de Miranda (sustituía a Manzanares), de rosa y oro: oreja y ovación.
Pablo Aguado, de sangre de toro y azabache: ovacionado en ambos.
INCIDENCIAS:
Se guardó un minuto de silencio en memoria de la subdirectora de la Banda del Maestro Tejera, fallecida recientemente (q.e.p.d.).
Se despidió Salvador Núñez tras picar al sexto y último de la tarde. La Banda de Música tuvo la sensibilidad de tocar antes de la segunda vara.
Pasó a la enfermería Sánchez Araujo tras resultar herido al parear al sexto.