Morante se ha ido. A estas alturas, dudo que haya alguien en toda España - sea o no taurino - que no se haya enterado. Se fue hace cuatro días, pero hasta hoy no he tenido lo que hay que tener para sentarme delante del ordenador a escribir. Más vale tarde que nunca, supongo.
Debo aclarar antes de empezar, que si alguien se espera una catarata de poemas, lamentos, llantos y elogios emotivos, lo mejor que puede hacer es dejar de leerme. Siento decir que para eso no valgo. Mi intención con este artículo es reflexionar acerca de porqué Morante es el mejor de la Historia, porque todo tiene su explicación, y si decimos que Morante es el mejor, es por algo.
Morante es el mejor torero de la Historia, o el más completo, o cómo quieran llamarlo, por una sencilla aunque fundamental razón: porque ha reunido en su Tauromaquia lo mejor de cada uno de los mejores. La Tauromaquia de Morante de la Puebla, podríamos decir, es la crème de la crème.
Si hacemos un repaso a quiénes han sido los mejores de la Historia, comenzando por Joselito el Gallo - no por menospreciar a sus predecesores, sino por ser el de Gelves el primer torero que podemos considerar como contemporáneo - podemos seleccionar en torno a una decena de toreros, de los que el de La Puebla ha tomado algo. Desde las aportaciones estéticas de los primeros toreros del siglo XX hasta el hacer que el Toreo vuelva a estar en las calles, en la sociedad, en los telediarios, los periódicos, las radios... Desde José hasta Curro, en Morante está todo.
Y es que, para empezar, hablar de José Gómez Ortega, Joselito el Gallo, o Gallito en los carteles, es hablar del primer torero que abandona el toreo antiguo o "en ochos", para comenzar a torear ligado y en redondo. Escribía hace un par de días un conocido en un artículo sobre la retirada de José Antonio, que lo que comenzó Joselito, lo ha culminado Morante. Toreo ligado, en redondo, al natural y exponiendo. Vean, por poner un ejemplo, la faena tras la que decidió el Genio cortarse la coleta, si eso no es herencia directa de Joselito, que baje Dios y lo vea.
Pero no es eso lo único heredado, y es que, aparte de esa innovación impuesta por Gallito en lo que hoy denominamos como toreo fundamental, es más que evidente que el Morante de 2019 hasta hoy, es un auténtico estudioso de la Tauromaquia de José, recuperando lances y gestos de aquellas primeras décadas del siglo pasado: el galleo del bú, aquel saludo de capa rodilla en tierra, en el San Miguel de 2021, esa estampa casi decimonónica apuntillando él mismo a un toro en Béjar... Inclusos sus trajes, sin ir más lejos, el de la tarde del rabo en Sevilla.
De José, Morante ha heredado si no todo, sí mucho. Quizás todo menos la estética, ya que Morante es un torero puramente belmontista. Juan Belmonte le aportó al toreo la faceta artista, la del adorno o ese "duende" tan sevillano que todo taurino reconoce en un torero. Ojo, no quiero decir con esto que Belmonte haya sido únicamente un esteta del toreo, como hay quién está empeñado en defender desde medios de cierta importancia, pero es cierto que a día de hoy, por lo que se recuerda al de Triana, es por la estética y por esa suerte de novela biográfica que escribió Chaves Nogales y que, pese a ser una obra literaria magnífica, ha perjudicado más que beneficiado a la imagen de Belmonte.
A los grandes toreros siempre les han faltado escritores a su altura: Joselito lo encontró un siglo después en la obra de Paco Aguado, Belmonte tuvo la "mala suerte" de tener a Chaves Nogales; Morante, esperemos, lo tendrá, aunque dudo que alguien pueda estar a su altura.
El primer torero que intentó aunar el toreo ligado en redondo de Joselito con el arte y la estética de Belmonte, fue Manuel Rodríguez Chicuelo. Su problema fue la falta de regularidad, en contadas ocasiones pudo realizar faenas considerables, pero cuando lo hizo, como la del toro Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero, escribió páginas para la Historia. Federico Alcázar escribió que aquella fue la faena más grande de la Historia del Toreo.
Por cierto, Chicuelo sí tiene escritores, lean "Chicuelo: el arte de inventar", por Diego Carrasco y editado por la Universidad de Sevilla. Una auténtica maravilla de lectura.
Tras Chicuelo, tomaron el testigo, por una vía Pepe Luis Vázquez, y por la otra Manolete: el primero más artista, más "sevillano" para que nos entendamos todos, y el segundo con un toreo más arriesgado - basta ver el final de cada uno de ellos - pero ambos continuando ya con el tipo de Toreo que ha llegado hasta nuestros días: el creado por José y por Juan y "aunado" por Manuel.
Lógicamente, tanto Chicuelo, como Pepe Luis como Manolete tuvieron aportaciones estéticas de una importancia inconmensurable, y todas ellas, Morante las ha sublimado. La verónica sevillana del de San Bernardo ha llegado a su mayor expresión artística gracias a Morante - y sí, a sus dos "sucesores", Aguado y Ortega, de los que me reservo un breve apunte final -. De la chicuelina morantista creo que hay poco, muy poco que decir que no sepan ya todos los que han llegado hasta aquí leyendo, y de la manoletina, sólo quiero que recuerden las que se vieron en Los Califas, en Córdoba, un Doce de Octubre - curioso ¿eh? - del año dos mil veinte: las más parecidas a las de que daba Manolete, y eso que cada tarde de toros en la actualidad es raro no ver un final por manoletinas. Pues sólo las de Morante han sido, sino idénticas, si las más similares.
La tauromaquia de Manolete, entrando en unos terrenos nunca antes pisados, llegó a su culmen décadas después, con la llegada de Manuel Benítez El Cordobés y de Paco Ojeda. El Cordobés, a pesar de lo denostado que puede estar en la actualidad, cuando quería, se arrimaba y toreaba más en redondo que la amplísima mayoría de los toreros que vemos en la actualidad; y hablar de Paco Ojeda es, además de hacerlo de una de mis debilidades, hacerlo de la figura que revolucionó completamente el toreo en los Ochenta, se metió en los terrenos del toro, y de ahí sólo lo podía sacar el propio toro. Vean la faena al toro Dédalo, en abril del ochenta y ocho, y después, vean la de Morante a Derribado, en el San Miguel de 2022. No es que en aquella tarde Morante se metiera en los terrenos del toro, es que no dejó de estar a merced del de García Jiménez en ningún momento. Y de haber entrado la espada, le habría cortado el rabo.
Casi en las mismas fechas, en Sevilla y en Jerez volvió a brotar el toreo artista de las manos - o de las muñecas mejor dicho - de Curro y Rafael, y cómo no, de aquí también Morante ha bebido, aunque no en la forma en la que algunos están empeñados en ver. De Curro, Morante tomó el testigo, el "cetro", el ser el torero sevillano... Pero poco más en su estética o en su toreo. Como publiqué en un artículo hace tiempo, «de Curro, Morante heredó el Romero, y de Paula heredó "las cosas de las cosas"».
Si hubiera que hacer una comparativa, el toreo de Morante es más Paulista que Currista, puesto que Rafael era más abelmontado mientras que, si hubiera que comparar a Curro con algún otro torero, sería con Pepe Luis. Y por supuesto, Morante siempre ha sido mucho más Paulista porque él, como el propio Genio ha reconocido en más de una ocasión, le debe mucho de la época en la que el jerezano fue su apoderado ¿recuerdan a quién le lanzó Morante el rabo de Ligerito? Pues eso.
Y al hablar de Ligerito, hay que recordar que más de uno pensaba que, tras ver a Morante cortar un rabo en Sevilla, "se había acabado el Toreo". No, el toreo no se acabó aquel día, ni siquiera se acabó el pasado día doce, cuando un torero vestido de chenel y oro se cortó la coleta. Esto sigue, igual que siguió cuando se retiraron otros tantos. El único problema ahora mismo el de
¿Y ahora quién viene?
Puede ser la gran pregunta que todos nos hacemos. Cuando se retiró a Curro, los aficionados al toreo sevillano se sumieron en una depresión, entiendo que similar a la que tenemos los morantistas a día de hoy, pero hay que recordar una cosa: Curro se retiró tras torear un mano a mano con Morante. Sin decirlo, le estaba entregando el testigo sevillano.
El problema es que a día de hoy, no hay un sucesor para el de La Puebla, hay un sentimiento de orfandad ya que, si bien todos sabemos quiénes son los dos candidatos, éstos no terminan de romper. Los mencioné al hablar de Pepe Luis Vázquez y de la verónica: Juan Ortega y Pablo Aguado. Ambos han acumulado éxitos en estas últimas temporadas que dan lugar a tener esperanza, aunque, a día de hoy, es imposible vislumbrar lo que pasará.
Mencionaba Curro Vázquez que habría que esperar, al menos, cien años, hasta poder ver a otro como Morante. Si esto es cierto o no, sólo el tiempo puede decirlo, igual que sólo el tiempo nos mostrará si el "adiós" de Morante es definitivo o si en algún momento decidirá volver.
El pasado domingo comentaba con dos amigos, estando los tres de duelo, que aún a Morante le queda una cosa por hacer para ser más grande todavía: ser el empresario que devuelva los toros a la Monumental de Barcelona. Seguramente sea un auténtico iluso, pero quiero creer que eso puede llegar.
¿No sería ese otro homenaje a Joselito?
¿Hacer que vuelvan los toros en una de las Monumentales que él se encargó de ampliar y reinaugurar?